Por. Ricardo Cardona Alvarenga
Pasados los días, a pesar de las
opiniones encontradas y recursos formales, poco a poco la realidad se va
imponiendo sobre la rutina del trabajo y la vida cotidiana y cada vez más
personas, organizaciones y sectores
comienzan a aceptar el triunfo del FMLN y de su fórmula presidencial.
Pero, independientemente de cuanto
tarden los diferentes movimientos e iniciativas en aplacarse y retomar el
camino de la normalidad, la pregunta importante está en el ambiente, ¿y ahora qué?
Y no cabe duda de que ningún
partido, movimiento o sector es capaz por sí mismo de enfrentar los desafíos
que presenta la baja productividad, la falta de seguridad ciudadana y la
desintegración social. Tampoco nos sorprende saber que esos problemas han
estado presentes durante muchos años y que se han realizado variados intentos de
aproximación a su atención y solución, sin resultados satisfactorios y
permanentes.
Todos aceptan esa realidad y todos
ahora, hablan de pacto, acuerdo, diálogo, concertación etc. El problema real es
que, como dice el viejo dicho popular, el cementerio está plagado de buenas
intenciones.
¿Entonces cuál es el problema?
Muy probablemente, la incapacidad
de trabajar juntos, la falta de confianza en los demás y la falta de respeto a
las ideas nuevas o diferentes.
El desafío entonces no es ponerse
de acuerdo en temas específicos, tampoco se trata de ceder posiciones ni
conceder beneficios, se trata de un ejercicio de ética profesional
y compromiso personal, de la voluntad
política de poner los intereses de la nación por encima de los propios, se
trata de crear una nueva cultura de diálogo y concertación de confianza y
respeto, de capacidad y compromiso.
Pero la voluntad política no basta,
se requiere de herramientas metodológicas de concertación social y construcción
de acuerdos para identificar soluciones viables; de lo contrario cualquier
intento puede fracasar, como ha sucedido en el pasado con tantos otros
esfuerzos.
Los que participaron en la
negociación de los “Acuerdos de Paz” pueden dar fé de que, sin método no hay avance posible. Solo con voluntad política y
herramientas adecuadas, fue posible “terminar la guerra”.
Ahora se trata, no solo de terminar el enfrentamiento y la
polarización sino de visualizar el horizonte por encima de las preferencias
inmediatistas y construir un rumbo de país para el primer cuarto de siglo.
Finalmente, cualquier esfuerzo
requiere contar con personas y organizaciones sociales en calidad de
facilitadores del proceso o “testigos de
honor” capaces de absorber las cargas que se desprenden de todo ejercicio de
concertación.
No se trata de negociación y por lo
tanto no se requiere de políticos experimentados y con historia partidaria, sino de “Intermediarios
confiables”, de ciudadanos ejemplares con capacidad profesional y
trayectoria moral limpia y sin compromisos, capaces de generar confianza no
solo a los miembros de la mesa sino a toda la población.
Los partidos deben hacerse
representar por un nuevo liderazgo y buscar nueva representatividad en la
sociedad civil organizada.
Se trata en síntesis, de romper con
el pasado y construir el futuro con la participación de las nuevas generaciones,
lo que implica:
Nuevas caras, nuevas propuestas y
nuevas herramientas capaces de generar entusiasmo en la población y garantizar
resultados.
Por un futuro mejor para todos con
crecimiento económico, bienestar social y libertad política.
1 comentario:
Gracias Ricardo por tu aporte, que pone el "punto sobre la i" respecto a ponernos de acuerdo en temas de nación, en el sentido de ir más allá de la "voluntad política" para que, finalmente, se convierta en realidad política.
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