(PARTE I) Por. Salvador Rodríguez González
“El propósito final de la existencia de cualquier sistema (familia, organizaciones, país…) es la Integración.
Dr. Ichak Adizes
Todo lo que existe en el universo, existe para servir a
algo más, relacionándose funcionalmente con ese algo; por lo tanto, la
habilidad de cualquier sistema para funcionar, es evaluada por como sirve a sus
clientes o usuarios. Mi automóvil cumple su función, si me transporta; un
partido político aporta soluciones a las necesidades de la sociedad o se vuelve
un parásito. Los gobiernos tienen éxito,
si mejora la calidad de vida de la gente.
En
síntesis, nada funciona solamente para sí mismo y es por ello, que detrás de
cada disfuncionalidad o problema de un sistema, hay una relación que no
funciona entre sus componentes y la solución es, hacer que la relación funcione,
integrándola. ¿Pero qué significa
“interrelacionarse funcionalmente”? Significa crear valor agregado.
Es
importante realizar, que cuando las condiciones del entorno cambian, tienden a
desintegrar los sistemas en forma natural y esto es cierto para cualquier
sistema, ya que cuando se produce el cambio, las diferentes partes de un
sistema, cambian a diferentes velocidades y entre más rápida la tasa de cambio,
mayor es la velocidad de desintegración; por lo tanto, las partes más rápidas,
se desintegran más rápido.
En El Salvador, los tres
poderes del estado funcionaron de forma armónica en el pasado, alrededor del
Ejecutivo; recientemente se dio un Cambio, cuando la Corte Suprema de Justicia
a través de la Sala de lo Constitucional, decide cumplir su razón de existir y se
desintegra del sistema político imperante, tomando su rol original de defensor
de la constitución; de inmediato surgieron problemas con los poderes restantes,
tales como: incapacidad
para implementar decisiones; dificultad para adaptarse al nuevo entorno; falta
de confianza en el seno de la CSJ (manifestada por luchas internas); ataques y
amenazas frecuentes de destitución…etc. Este es un hito histórico que ha tambaleado
al sistema político, y que los políticos se niegan a aceptar.
En las
pasadas elecciones del Presidente de la República, vivimos otro ejemplo
interesante; si observamos el nivel de integración que los partidos finalistas presentaron
durante el evento, encontramos que uno de ellos inicio desintegrado; los
diversos sectores que lo conforman: Alcaldes, Diputados, bases y alta
dirigencia mostraban desacuerdos no solo con el candidato, también con la conducción
del partido; trabajaron sin entusiasmo, mas trabajaron por los escasos recursos
a recibir, que por convencimiento y voluntad. ¿Resultado? una derrota
humillante en la primera vuelta; sin embargo, en la segunda vuelta, ayudados
por la caótica situación en Venezuela y la actitud triunfalista del contrincante,
más que por acciones propias, creció el nivel de integración entre la población
y los resultados cambiaron drásticamente, como suele suceder en catástrofes
naturales.
Una de
las formas de desintegración más comunes en países con historia autoritaria
reciente, es lo que llamamos "la desintegración de intereses": cuando
los intereses de una parte de la organización difieren sustancialmente de los
intereses de otra parte, resulta difícil lograr que las cosas se hagan o crear
un cambio significativo en cualquier nivel.
Es por ello
que el nuevo Gobierno de la República, deberá considerar los intereses del casi
50% de la población, que le negó su voto. No hay cheques en blanco, ni debe
haber posiciones triunfalistas, se impone la lucha por integrar una nación, que
se muestra enferma económica, social y políticamente. Recuperar la salud de El
Salvador, pasa por aprender a manejar esta nueva realidad; gobernados por una
izquierda engolosinada y una derecha que sintió recuperar espacios fácilmente y
se resiste a aceptar la nueva realidad.
No
podremos lograr una sociedad sana, si el arma para vencer al enemigo sigue
siendo el irrespeto, el desprestigio y el golpe bajo, pues al final todos
perdemos; es hora de resaltar lo bueno que hacemos, no lo malo; llevar mensajes
de optimismo a la población y no de derrota; erradicar la “Cultura del Vivo” y
del más fuerte, pues al final todos nos debilitamos; pero sobre todo,
entendamos que esta sociedad no podrá salir adelante, sin el concurso de todos los
sectores que la integramos y por lo
tanto, luchemos por erradicar el analfabetismo en “Negociación” que padecemos y
comprendamos que llegar a la Presidencia de la República
no basta, si no
generamos la capacidad para integrarnos, especialmente con los derrotados.
Al
evaluar al nuevo Presidente, debemos reconocer la realidad en que le toca
actuar, no es fácil luchar contra el sistema de botín político prevaleciente en
nuestro medio; el compadrazgo tiene carta de ciudadanía ¿quién no espera la
nomina del nuevo gabinete?, por si llega un chero que nos ayude; el nepotismo
es el trofeo del triunfo, hoy abundarán parientes quebrados, acudiendo a los
nuevos funcionarios en busca de ayuda; por otro lado, “la cultura del vivo” la
llevamos en la sangre y desafortunadamente
se traslada de generación en generación. ¡Qué duro es ver a muchos jóvenes
en busca del dinero fácil, no en busca de aportarle algo positivo a su país!
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