miércoles, 20 de agosto de 2014

Sálvese quien pueda…

Por. Ricardo Cardona Alvarenga.
Durante la última semana hemos presenciado numerosas interpretaciones y posiciones respecto al concepto de Estado Fallido que el Arzobispo de San Salvador puso sobre la mesa el pasado fin de semana.
Y la realidad es que el nivel de la inseguridad sigue siendo alto. Son pocas las personas que no han sufrido de cerca los efectos de la extorsión, el robo, el asalto o la muerte.
La población sigue sufriendo los estragos de la violencia, de la anarquía y el caos, en una sociedad desintegrada, desordenada y desesperada, sin importar la profundidad o superficialidad de los análisis teóricos.
Los representantes de las tendencias más conservadoras pretenden que se establezca una especie de “co-gobierno” que por la vía de “acuerdos nacionales” sirva para “aprobar” las políticas gubernamentales, de lo contrario se “retiran del diálogo” y se dedican a criticar y atacar al gobierno a través de los distintos instrumentos mediáticos a su disposición.
La izquierda por su parte, reclama el derecho a disfrutar de las ventajas del poder en un esquema neoliberal especulativo y mercantilista que propicia la desigualdad y la dependencia. Ahora se suele practicar lo que antes se criticaba y se entrega el control de puestos clave en el aparato de gobierno, para garantizar el funcionamiento del modelo.
Parece que estamos condenados a repetir la historia, que los pobres solo cuentan a la hora de solicitar el voto y que las viejas demandas de igualdad, solidaridad y justicia social son solamente partes del discurso histórico.
¿Cómo quedan las demandas de inconstitucionalidad de la “Dolarización” y de los “Acuerdos de Libre Comercio”, impulsadas en su momento por la cúpula izquierdista?
¿Cómo queda la demanda de Inconstitucionalidad de la ley de amnistía que cobija crímenes de “Lesa Humanidad”?
¿Quien investiga y castiga la negociación con criminales, la corrupción institucional, la venta de armas, el narcotráfico, la extorsión y otros crímenes contra la sociedad?
Y que podemos decir del tráfico  cuando hemos vuelto a las calles de un solo carril, cuando la señalización es deficiente e irrespetada, cuando los agujeros en el asfalto ya no se reparan sino se disfrazan, cuando las calles de San Salvador son ventas ambulantes de varios carriles y los buses se detienen y cruzan en los lugares más insospechados.
Y es que ya lo hemos repetido en múltiples ocasiones. El Salvador es un país de contradicciones. Los salarios y los servicios están al nivel de los más remotos países africanos, pero los precios de los vehículos y las viviendas se cotizan a nivel de los más avanzados países europeos.
Un país que no ha iniciado su reconversión industrial; sin niveles aceptables de  inversión productiva; con un sector agropecuario en franco deterioro; sin control de la producción y distribución de la  energía; las comunicaciones y el transporte  manejados con criterio rentista; con una banca dirigida por  interese multilaterales extranjeros; sin una verdadera banca de desarrollo; sin un modelo claro de acumulación de capital; con una oferta exportable prácticamente inexistente y un sistema de pensiones en crisis irreversible.
Ante esa triste realidad, a quien le importa si se trata de un Estado Fallido, del caos institucional o del fracaso de los esquemas tradicionales de concebir el “desarrollo social”. A quien le preocupa si es la Influencia del Socialismo del siglo XXI o el fracaso del Neo-liberalismo.
Y que podemos esperar de la opinión de ex funcionarios que ya demostraron su incapacidad cuando estuvieron en el cargo. Vemos desfilar por los medios a ex ministros de seguridad, ex directores de la policía, ex fiscales, ex diputados y ex magistrados. Ahora todos opinan con aires de suficiencia sobre lo que debería hacerse o dejarse de hacer.
A veces para variar, incluso invitan a extranjeros “residentes” que nada tienen que perder. Y es que en este país de contradicciones cualquiera opina, hasta representantes de la diplomacia extranjera que en cualquier otro país serían expulsados por injerencia en asuntos políticos internos.

Los únicos que deberían opinar son los salvadoreños en el exterior, quienes con su flujo de remesas permiten que sigamos jugando a la democracia.